En agosto de 2011, el Presidente Felipe Calderón Hinojosa fue interrogado sobre su labor por una alumna de Primaria. Ante ella, aceptó que “la tarea de un Presidente” consiste, sobre todo, en decidir. Matizó: “Sin embargo, no siempre se pueden decidir cosas buenas; hay cosas muy difíciles de decidir”. En 2010, al presentar el programa televisivo y radial Discutamos México, el hombre que gobernó a México de 2006 a 2012 celebró que el autoritarismo hubiera quedado atrás. Pero, según sus críticos, en sus decisiones, Felipe Calderón se mostró empeñado “al grado del autoritarismo”. Y decidir –esa atribución inalienable del primer gobernante del país– se le convirtió en un ejercicio de luces y sombras. Su estrategia estrella, la de Seguridad, que implicó una guerra en contra de los Cárteles de la Droga, se bifurca en rutilantes anuncios y funestos contrastes. Aún ronda la deuda que más afrenta al país: un saldo de 120 mil muertos y más de 30 mil desaparecidos.
Linaloe R. Flores
en Sinembargo al Aire
